En este maravilloso mundo que tenemos, para bien y para mal, se nos ha concedido el don del Libre Albedrío. Esto significa que todos podemos elegir qué hacer, qué pensar, cómo actuar, en qué creer, o qué comer. Lo que no se nos ha dado es el derecho de decidir por otras personas, o de controlar/manipular a otros. Lamentablemente, a veces estamos tan ansiosos por compartir lo que creemos que es absolutamente cierto, que dogmatizamos.
Empecé a interesarme por la nutrición cuando era tan pequeña que no puedo determinar la edad. Creo que tenía unos 3 años la primera vez que hice galletas. Leer sobre la nutrición me hizo emprender un fascinante camino y exploré las ventajas del vegetarianismo, dieta disociada, macrobiótica… Recuerdo conversaciones con varias personas que a lo largo de los años se quejaban de que «el pan engorda» y yo les contestaba con vehemencia «el pan no es el culpable, es lo que le pones encima lo que te engorda».
Años más tarde he sabido de las intolerancias al gluten, de la paleodieta, la dieta de la Zona, el concepto de IG (índice glicémico) entre otras, y me doy cuenta de que estaba totalmente equivocada. Efectivamente, en muchos casos «el pan engorda», aunque lo que le pones encima también te puede estar haciendo engordar.
¡Por favor, no malgastes tu energía discutiendo!
Comparte tu punto de vista y tu comprensión de las cosas con tanta claridad y respeto como te sea posible. Cada cuerpo es diferente, cada persona es diferente. Todos tenemos necesidades diferentes, tanto en lo que respecta a la comida como otros aspectos de la vida. Y lo que puede resultarte una verdad obvia a día de hoy, puede resultar equivocado 10 años más tarde.
Comuniquémonos con respeto y amor y procuremos comprender el punto de vista de la otra persona.