(Escribe Mayni)
Cuando trabajaba en el diseño y dirección del Parque Sur del Gran Rosario (Santa Fe, Argentina), con 132 hectáreas, tenía 14 hombres a mi cargo y un barrio lleno de muchachos adolescentes que al salir de la escuela se dedicaban a arruinar parte del trabajo que habíamos realizado durante la semana. Reuní a estos jóvenes y les expliqué que sería SU parque, les enseñé a replantear en el terreno curvas y ángulos de 90 grados usando simplemente una cuerda y nudos, consecuencia: ahora eran ellos los que cuidaban los arbolitos los domingos cuando no había nadie.
Y con respecto a los trabajadores les expliqué «Hay dos tipos de retribución por tu trabajo. Uno se cobra en pesos (euros, dólares). El otro es la satisfacción por una labor bien hecha. El gobierno nos paga tarde y mal (éramos la única provincia no peronista). Recibir el segundo honorario solo depende de cada uno.
Si los cuidamos, aproximadamente un 90 % de estos 10.000 árboles llegarán a vivir mucho más que nosotros, y los gozarán nuestros nietos».
Un gran hombre, Gordon B. Hinckley, habló acerca de pararnos un poco más altos y aspirar a la excelencia en cualquier cosa que hagamos. Qué maravilloso vivir una vida donde no te arrepientas de nada. Donde sepas que hiciste lo mejor que pudiste, cada día. Hiciste tu trabajo con excelencia, estando totalmente presente en lo que estabas haciendo, dando lo mejor de ti mismo/a. Aspirar a que lo que hagas (y aquí no importa si era labor pagada o no) deje el mundo un poco mejor que lo encontraste. Aliviar la carga de alguien, hacerle sonreír, hacer que su día fuera un poco mejor…
¡NO ESCONDAS TU LUZ! El mundo la necesita.