Siempre hemos tenido perros adoptados de adultos (no comprados de cachorros): son una maravilla. Vamos por el tercero. El primero de ellos fue Oso y llegó a nuestra familia en 1991.
A Oso lo recogió una periodista alemana en la autopista de Calviá (Mallorca), con 3 años de edad y en pésimas condiciones. Parecía haberse criado con una familia que lo cuidó bien, pero luego había sido muy maltratado, por lo que al principio se mostraba temeroso y defensivo. Sin embargo, se aficionó rápidamente al Reiki y solía ubicarse bajo la camilla cuando yo estaba dando un tratamiento. Y le encantaba participar en los cursos de Reiki, esperando pacientemente que alguien se sentara a su lado para tratarle, o solicitándolo explícitamente si no le hacíamos caso. Siendo un perro pastor (probablemente lobo italiano o pastor belga mezcla con pastor alemán, de 54 kilos de peso), darle un tratamiento completo de Reiki llevaba aproximadamente una hora, lo mismo que a un adulto de ese mismo tamaño.
Oso fue mi compañero los 11 años que compartimos nuestras vidas y solía viajar conmigo, según yo me trasladaba en coche por España para dar cursos en diferentes provincias.
Seguramente escribiré otros artículos hablando de él, pero ahora quiero compartir con ustedes lo que sucedió durante un viaje a Galicia. Junto con el alumno que me estaba organizando el curso, salimos a pasear por unos montes de la provincia de A Coruña. Oso se fue correteando y desapareció de nuestra vista. Normalmente no nos perdía ojo, así que me intranquilicé al ver que no volvía, y empecé a llamarle – pero no me escuchaba. Mi amigo/alumno me dijo que era difícil que lo recuperara: era una zona famosa porque por alguna anomalía magnética que tenía, los perros que se perdían no conseguían regresar con sus amos (caramba, ¡ya me lo podría haber avisado antes de salir a pasear por allí!).
Le dije que no se preocupara, que con uno de los tantos usos de Segundo grado de Reiki yo podría “guiarle”. Me senté en una piedra, visualizando a Oso entre mis manos, e indicándole dónde estábamos. En unos 15 minutos (que es el tiempo que Reiki suele tardar en hacer efecto), Oso apareció jadeando feliz y metió su enorme cabeza entre mis manos, mientras me miraba con gran felicidad (la misma que sentía yo).
Es maravilloso que Reiki tenga usos prácticos que nos permitan comunicarnos con otras especies.
Una nota final, conociendo la realidad de los albergues de animales abandonados: por favor no regalen un cachorrillo por Navidad o Reyes si no están dispuestos a llevarlo con ustedes cuando viajan, o dejarlo en una guardería de confianza. Los animales no son juguetes, y la irresponsabilidad de los padres supone enseñarles a los hijos que los seres vivos son “de usar y tirar”.
Que historia tan hermosa! La he disfrutado plenamente.
Gracias Anna! Me alegra que te haya gustado. 🙂 Hace unos días publicamos sobre Reiki y una planta, a finales de la semana viene otro artículo sobre mi búsqueda de apartamento. Espero que te guste también el resto de la secuencia de cosas chulas con Reiki. 🙂 Un abrazo desde Suecia! // Tisha